LA ESTELA DE NIMUÉ

LA ESTELA DE NIMUÉ

lunes, 11 de junio de 2012

REDENCIÓN



            No sabía quién la había llamado.

            Dormía en lo profundo de sí misma. Acurrucada, mirando el mundo con los ojos desconocidos del corazón.  Anidaban en ella las palabras perdidas que abonaban  dudas y esperanzas; taladraba su mirada el claro cielo estrellado,  y temblaba mientras escuchaba la dulce música del deseo.  Y, así, dormía con la certeza de la incertidumbre,  con las palabras esperadas que no llegaron a ser pronunciadas. Dormía en los confines perdidos de la tierra oscura de los sueños inconclusos.

            Despertaba cada mañana colgada de la esperanza dolorida, sin remedio, de los acordes perdidos en recuerdos sonoros.   Ya no esperaba.

            No sabía quién la había llamado, ni porqué estaba allí, pero llevaba en su esencia escrita la redención.  Hablaba desde el silencio turbio y aprendido, desde el tiempo cruel e impuesto.  Había besado cada pluma del dolor, de la amargura y de la espera sin final.  Ya no podía esperar.

            Había arrancado con la fuerza del torrente subterráneo buscando la luz.

 Surgió pura  y libre, escapando de todas las fronteras; arrancó desde el centro mismo de sí misma. Resbaló lenta y dulcemente desde los ojos, acariciando su mejilla, tantas veces aprendida, para depositar en sus labios,  suavemente, su beso de amor.

Mar Rodríguez.
(Todos los Derechos reservados)




           

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